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Una revisión detallada de la trayectoria de Álvaro Obregón permite entender cómo un agricultor sonorense, sin estudios militares formales, se convirtió en uno de los caudillos decisivos de la Revolución Mexicana y en el presidente que impulsó la modernización educativa y cultural del México del siglo XX. Su historia, marcada por ascensos rápidos, rupturas políticas y un final violento, sigue siendo pieza clave para comprender la consolidación del Estado posrevolucionario.

Obregón nació en 1880 en la hacienda de Siquisiva, en Sonora, en una familia que enfrentaba dificultades económicas, situación que influyó en sus primeros años. Tras dedicarse a la agricultura sin grandes resultados, logró estabilizarse económicamente en 1906 con la compra de la finca Quinta Chilla. Sin embargo, una tragedia familiar —la muerte de su esposa Refugio Gurrea y de sus gemelos recién nacidos— marcó profundamente su vida personal.

Aunque en un inicio mostró simpatía por el régimen de Porfirio Díaz, el golpe de Estado contra Francisco I. Madero en 1913 motivó su entrada firme a la lucha revolucionaria. Para entonces, su hermano José era alcalde de Huatabampo y Obregón ya había iniciado una carrera política local. Indignado por el asesinato de Madero, se sumó al constitucionalismo y fue nombrado jefe militar de Hermosillo, desde donde inició un proceso de organización política y militar en Sonora.

El Plan de Guadalupe, proclamado en marzo de 1913, unificó a los revolucionarios que desconocieron al gobierno de Victoriano Huerta. Obregón jugó un papel clave en las campañas del noroeste, logrando la toma de Guaymas, Cananea y otras plazas estratégicas que permitieron a Venustiano Carranza establecer su gobierno provisional en Hermosillo. Para septiembre de ese año, Obregón fue designado comandante del Ejército del Noroeste, uno de los tres cuerpos con los que se proyectó el avance hacia la Ciudad de México.

Durante 1914, Obregón consolidó su reputación militar con la toma de Tepic y Guadalajara. Sus movimientos coincidieron con el avance de la División del Norte, dirigida por Pancho Villa, lo que complicó la relación política entre los jefes revolucionarios. La entrada de Obregón a la capital, en agosto de 1914, reflejó su creciente influencia dentro del constitucionalismo, aunque también abrió tensiones por decisiones como la imposición de impuestos de guerra y medidas de control económico.

La Convención de Aguascalientes profundizó las fracturas internas. Obregón osciló entre las decisiones de la asamblea y su respaldo a Carranza, pero terminó por alinearse con el constitucionalismo. A partir de 1915 dirigió las campañas más decisivas contra el villismo. En batallas como Celaya, su estrategia de defensa contra las cargas de caballería villista resultó determinante. Sin embargo, en una emboscada posterior perdió el brazo derecho, hecho que reforzó su imagen de caudillo invicto.

Tras retirarse temporalmente a Sonora, donde desarrolló un emporio agrícola que empleó a más de mil trabajadores, Obregón regresó al escenario nacional con el objetivo de competir por la presidencia. Su ruptura definitiva con Carranza llegó en 1920, cuando éste impulsó a Ignacio Bonillas como candidato presidencial. La respuesta fue el Plan de Agua Prieta, encabezado por los sonorenses Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, que desconoció al gobierno federal. La huida y muerte de Carranza abrieron el camino para la llegada de Obregón al poder.

El 1 de diciembre de 1920 asumió la presidencia y su administración impulsó la creación de la Secretaría de Educación Pública, encabezada por José Vasconcelos. Este periodo marcó un renacimiento cultural con la expansión de escuelas rurales y el desarrollo del muralismo. Sin embargo, la estabilidad política seguía frágil: en 1923 enfrentó la rebelión de Adolfo de la Huerta, que dejó miles de muertos.

Ya con Calles como presidente, Obregón regresó a sus tierras, aunque continuó influyendo en la política nacional. En 1927 promovió la reforma que permitió la reelección, abriendo la puerta a su regreso al poder. Durante su campaña enfrentó atentados y conspiraciones militares. El 17 de julio de 1928, en el restaurante La Bombilla, en San Ángel, fue asesinado por José de León Toral mientras celebraba su triunfo como presidente electo.

La muerte de Obregón cerró la era de los caudillos y abrió el camino a la construcción de instituciones que dominarían la política mexicana durante décadas.

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