Por Juan Pablo Ojeda
Paul McCartney, uno de los músicos más influyentes del último siglo, volvió a alzar la voz, pero esta vez lo hizo desde el silencio. El exbeatle lanzó una “canción silenciosa” como parte de un álbum colectivo que busca presionar al gobierno del Reino Unido para frenar el uso no autorizado de obras con derechos de autor en el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial. La estrategia apunta a poner en evidencia un riesgo creciente: que la creatividad humana quede subordinada a empresas tecnológicas que operan sin reglas claras.
El álbum, Is this what we want?, reúne pistas sin melodía ni letras, apenas con leves siseos y ruidos ambientales. La idea es contundente: si las compañías de IA siguen explotando contenido creativo sin permiso, la música podría terminar reducida al silencio. El compositor Ed Newton-Rex, impulsor del proyecto, advirtió que el gobierno británico parece escuchar más a las tecnológicas estadounidenses que a los creadores locales, lo que ha encendido las alertas en el sector cultural.
McCartney, hoy de gira en Norteamérica, ha sido una de las voces más firmes contra la intención del Reino Unido de abrir el acceso masivo a texto, imágenes y música para el entrenamiento de IA sin un marco robusto de protección de derechos. Para él, permitirlo podría descontrolarse y afectar sobre todo a jóvenes artistas que están comenzando su carrera.
La protesta ha sumado nombres de peso como Sam Fender, Kate Bush, Hans Zimmer y Pet Shop Boys. Su mensaje apunta a un debate que ya toca a gobiernos de todo el mundo: cómo regular la inteligencia artificial sin sacrificar la creatividad, la propiedad intelectual ni las industrias culturales.
Mientras avanza la discusión, la pista silenciosa de McCartney funciona como advertencia política y cultural: sin reglas, la música podría quedarse sin voz.
